Por: Francisco Tudela
La votación del 17 de marzo, para decidir si se
revoca o no a la alcaldesa Susana Villarán, es el primer movimiento hacia
grandes cambios políticos nacionales. Hoy, nada es más importante, a escala
nacional, que la votación para la revocatoria de la alcaldesa Susana Villarán.
La
Alcaldía de Lima es la plaza política más importante del país, después de la
Presidencia de la República. La ciudad capital tiene más de ocho millones de
habitantes y sin el voto de sus habitantes ningún candidato puede ganar las
elecciones del 2016.
Susana
Villarán, la ocupante de la Municipalidad de Lima, representa a la izquierda
marxista. Su apariencia setentera evoca tanto al hipismo criollo, como a
aquella colaboración activa del comunismo peruano con la antidemocrática
dictadura militar de 1968 – 1980, la mal llamada “Revolución de las Fuerzas
Armadas”, dirigida por el general Velasco.
Susana
Villarán también evoca algo más reciente, como es el entusiasmo de la siniestra
por “La Gran Transformación”, ese plan de gobierno absurdamente setentero y
velasquista, sacrificado con las justas por Ollanta Humala, mediante una
sustitución mágica llamada la “Hoja de Ruta”, gesto de presdigitación que le
permitió ganar los votos de la plaza limeña y ser Presidente del Perú.
Si Lima
revoca a Susana Villarán, eso significa a primera vista que la mayoría de
limeños rechaza una mala gestión edil caracterizada por desastres públicos de
gran envergadura, conocidos por todos.
Pero esa
es solo una apariencia superficial. Esa hipotética derrota del “No” tendría
consecuencias políticas profundas para el futuro nacional, pues lograría la
defenestración de la siniestra marxista de la segunda plaza política más
importante del Perú, con la consiguiente pérdida de poder y prestigio político
de la izquierda.
La
principal víctima de la derrota de Susana Villarán, además de ella misma, sería
el discurso de la izquierda marxista, el cuál habría sido considerado por la
mayoría de los votantes limeños como no digno de crédito.
Este
rechazo a la alcaldesa marxista y a sus antropólogos y sociólogos ediles no
podría ser pasado por alto por el gobierno del Presidente Ollanta Humala. La
hipotética victoria del “Si” sería una luz roja política que detendría los
deseos del ala radical del Partido Nacionalista, que quiere reconducir gradual
e imperceptiblemente al Perú a la “Gran Transformación”, setentera, velasquista
y también chavista.
Pero
examinemos el escenario contrario, que es posible y también debe considerarse.
Prevalecería Susana Villarán, triunfaría el “No”; triunfaría la izquierda
marxista y se quedaría con la Municipalidad de Lima dos años más, con esa gran
plataforma política y tremenda caja de resonancia mediática. Y el discurso de
los revocadores quedaría desprestigiado y los revocadores revolcados por la
siniestra triunfante.
Lima
habría dado crédito al discurso de la siniestra; la plaza clave para la
elección presidencial del 2016 sería nominalmente de izquierda, con todo lo que
eso implica en términos de trabajo político hacia esa elección. No cabe duda de
que el gobierno del Presidente Ollanta Humala también tomaría nota de esa luz
verde. Las tentaciones del nacionalismo radical adquirirían visos de
posibilidad y apoyos reales.
Eso es lo
que está en juego.
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