Nadie puede quedar indiferente frente a la crisis actual. Urge una
decisión y encontrar una salida liberadora. Aquí presentamos varias actitudes
para ver cuál de ellas es la más adecuada a fin de evitar engañarse.
La primera es la de los catastrofistas: la fuga hacia el fondo.
Estos enfatizan el lado de caos que encierra toda crisis. Ven la crisis como
catástrofe, descomposición y fin del orden vigente. Para ellos la crisis es
algo anormal que debemos evitar a toda costa. Sólo aceptan ciertos ajustes y
cambios dentro de la misma estructura. Pero lo hacen con tantos peros que
recortan cualquier irrupción innovadora.
Contra estos catastrofistas ya decía el buen papa Juan XXIII,
refiriéndose a la Iglesia, pero es aplicable a cualquier campo: «La vida
concreta no es una colección de antigüedades. No se trata de visitar un museo o
una academia del pasado. Se vive para progresar, si bien sacando provecho de
las experiencias del pasado, pero para ir siempre más lejos».
La crisis generalizada no tiene que ser una caída hacia el abismo.
Es válido lo que escribió un suizo que ama mucho a Brasil, el filósofo y
pedagogo Pierre Furter: «Caracterizar la crisis como señal de un colapso
universal, es una manera sutil y pérfida de impedir los cambios por parte de
los poderosos y de los privilegiados, desvalorizándolos de antemano».
La segunda actitud es la de los conservadores: la fuga hacia
atrás. Estos se orientan por el pasado, mirando por el retrovisor. En vez
de aprovechar las fuerzas contenidas en la crisis actual, huyen hacia el pasado
y buscan viejas soluciones para problemas nuevos. Por eso son arcaizantes e
ineficaces.
Gran parte de las instituciones políticas y de los organismos
económicos mundiales como el FMI, el Banco Mundial, la OMC, el G-20, pero
también la mayoría de las Iglesias y de las religiones buscan dar solución a
los graves problemas mundiales con las mismas concepciones. Favorecen la
inercia y frenan soluciones innovadoras.
Dejando las cosas como están, éstas nos llevarán fatalmente al
fracaso, a una crisis ecológica y humanitaria inimaginable. Como las fórmulas
pasadas agotaron su fuerza de convencimiento y de innovación, acabarán
transformando la crisis en una tragedia.
La tercera actitud es la de los utopistas: fuga hacia delante.
Estos piensan resolver la situación-de-crisis huyendo hacia el futuro. Se
sitúan dentro del mismo horizonte que los conservadores solo que en dirección
contraria. Por eso, pueden llegar fácilmente a acuerdos con ellos.
Generalmente son voluntaristas y se olvidan de que en la historia
solo se hacen las revoluciones que se hacen. El último slogan no es un
pensamiento nuevo. Los críticos más audaces pueden ser también los más
estériles. No es raro que la audacia contestataria no pase de ser una evasión
para no enfrentarse a la dura realidad.
Circulan actualmente utopías futuristas de todo tipo, muchas de
carácter esotérico como las que hablan de la alineación de energías cósmicas
que están afectando a nuestras mentes. Otros proyectan utopías fundadas en el
sueño de que la biotecnología y la nanotecnología podrán resolver todos los
problemas y hacer inmortal la vida humana.
Una cuarta actitud es la de los escapistas: huyen hacia dentro. Se
dan cuenta del oscurecimiento del horizonte y del conjunto de las convicciones
fundamentales, pero hacen oídos sordos a la alarma ecológica y a los gritos de
los oprimidos. Evitan la confrontación, prefieren no saber, no oír, no leer y
no cuestionarse. Estas personas ya no quieren convivir. Prefieren la soledad
del individuo pero generalmente conectado a internet y a las redes sociales.
Finalmente, hay una quinta actitud: la de los responsables:
hacen frente al aquí y al ahora. Son los que elaboran una respuesta, por
eso los llamo responsables. No temen, ni huyen, ni se evaden, sino que asumen
el riesgo de abrir caminos. Buscan fortalecer las fuerzas positivas contenidas
en la crisis y formulan respuestas a los problemas. No rechazan el pasado por
ser pasado. Aprenden de él como un repositorio de grandes experiencias que no
deben ser desperdiciadas, pero sin eximirse de hacer sus propias experiencias.
Los responsables se definen por un a favor y no simplemente
por un contra. Tampoco se pierden en polémicas estériles. Trabajan y se
comprometen profundamente en la realización de un modelo que corresponda a las
necesidades del tiempo, abierto a la crítica y a la autocrítica, dispuestos
siempre a aprender.
Lo que más se exige hoy son políticos, líderes, grupos, personas
que se sientan responsables y fuercen el paso del tiempo viejo al nuevo tiempo.
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