¡Sierra
Productiva, programa ganador del segundo lugar del The World Challenge en
suspenso! Una conversación con Carlos paredes
Por:
Patricia Marín
¿Cuál es el futuro de la comunidad campesina?
Dentro de ella ¿cuál es el futuro de la familia campesina?, ¿del ciudadano
rural?
El Cusco, como todo el Ande peruano, tiene una población
rural muy importante. Sin embargo, para los campesinos las ciudades son un
imán. Su geografía y las características sociales y económicas, sumadas al
cambio climático, están ofreciendo en bandeja a las ciudades un ejército de
mano de obra barata para un sin número de empresas, tanto en el comercio como
en la industria, sean estas formales o informales.
Una vez llegados a la ciudad, los migrantes consumen
servicios de transporte y comunicaciones, la mayoría invierte en celulares
prepago, o alquila llamadas a un ambulante, y habita en poblaciones
urbano-marginales, prácticamente en las mismas - y algunas veces peores-
condiciones en las que habitaban en sus zonas de origen: desnutrición y
servicios básicos deficientes o inexistentes. Es decir, poca o ninguna mejora
en su calidad de vida.
Su logro más importante es convertirse en habitantes
urbanos asalariados, pero la migración no logra transformarlos en ciudadanos
plenos.
Hace más de medio siglo que el sector rural está siendo
drenado de la savia que le da la vida: su juventud.
¿Qué alternativas eficientes han dado a este problema los distintos gobiernos? ¿Qué alternativa está dando el gobierno actual, que fue elegido mayoritariamente por el sur andino?
¿Qué alternativas eficientes han dado a este problema los distintos gobiernos? ¿Qué alternativa está dando el gobierno actual, que fue elegido mayoritariamente por el sur andino?
No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es que desde hace 18
años, existe una propuesta: Sierra Productiva, que ya es una realidad para
muchas familias campesinas de distintas zonas del Ande peruano, y con iniciales
incursiones en la costa y la selva.
Esta alternativa surgió del fracaso de las políticas
agrarias que se establecieron en la época del gobierno militar de Juan Velasco
Alvarado, y que tuvieron su colapso total en el primer gobierno aprista,
marcadamente estatista, de Alan García como presidente.
El fundador de Sierra Productiva fue Carlos Paredes
Gonzales, economista de profesión, formado en la facultad de Economía de la Universidad
San Antonio Abad del Cusco. Como militante de los partidos denominados de
izquierda, fue presidente del Centro Federado de su facultad, y desde entonces
conectó su visión económica y política con la vida productiva campesina y los
cambios que en ella se sucedían.
Eran los años 60 y los cusqueños miraban al agro con
esperanza, pues el turismo aun era incipiente. Los cursos de “extensión social”
de la UNSAAC, fueron la puerta de ingreso para conocer el mundo campesino. Por
ella ingresó Paredes Gonzáles realizando, como practicas pre-profesionales,
perfiles de proyectos para el agro cusqueño, y desde entonces trabajó y prestó
su apoyo a las organizaciones campesinas y a la Federación de Campesinos del
Cusco.
Vivió en ese transcurso la conversión de agro cusqueño en
cooperativas y SAIS, para constatar por sí mismo como estos nuevos tipos de
organización no logró enfrentar ni resolver el problema del campesino,
convirtiéndose más bien en una unión de haciendas, espacios inmanejables
económica, política y socialmente, con la diferencia que sus conductores ya no
eran hacendados sino funcionarios del Estado.
Para Paredes Gonzales, “la puesta en práctica de teorías
concebidas desde los escritorios de Lima, agudizaron la relación
Estado-campesinado, echando a perder la Reforma agraria, pues el Estado se
convirtió en un gran latifundista”.
Desde esa perspectiva, el Estado consideró que se
requerían empresas para ofrecer crédito, maquinarias, pesticidas y
fertilizantes, así como semillas mejoradas, y se formaron las empresas
estatales: Banco Agrario, ENCI, ECASA, ENACO, etc., que, en lugar de facilitar
el desarrollo agrícola y rural, lograron más bien generar una burocracia
estatal y su consecuente corrupción.
El proceso de deterioro de las cooperativas, y su posterior
desactivación a partir de 1979, llegaría a su fin diez años después, cuando el
Perú pasó a ser un país de 2 millones de campesinos pequeños propietarios, el
85% de los cuales posee entre una a tres hectáreas.
Pero el problema agrario seguía al rojo vivo, como lo
demostró la huelga de 1989 que paralizó al Cusco durante 19 días.
Al llegar el gobierno Alberto Fujimori, y estando de
Ministro de Economía Carlos Bologna, se decidió desactivar las empresas
estatales y el Banco Agrario. Una vez más, las asociaciones campesinas
decidieron ir a la huelga, a la que se sumaron las dirigencias de los
sindicatos de las empresas estatales, especialmente ENCI, ECASA y el Banco
Agrario, que semanas antes habían sido disueltos.
¿Cómo debía
enfrentarse una realidad donde el “Fujishock” había puesto al campesino en la
situación en la que debía pagar doce kilos de papa por una gaseosa, y una
tonelada de papa para comprar una bolsa de fertilizantes?
Las dosis de fertilizantes eran imprescindibles para la
producción, pues habían convertido a los campos en adictos al nitrato de
amonio, superfosfato de calcio, cloruro de potasi o, urea, etc., los cuales les
eran accesibles solo gracias a la subvención del Estado, pero esta había
desaparecido. Y por si eso fuera poco, estaban acostumbrados a regar con el
agua de lluvia, y por tanto, solo tres meses al año.
Los líderes de la Federación de Campesinos del Cusco y el
equipo de asesores que integraba Carlos Paredes, al no existir un claro camino
alternativo, convocaron a foros, talleres y seminarios para reflexionar en base
a la pregunta “¿Cómo producir sin la ayuda del Estado?” Ese fue el terreno en
el que se fue labrando lo que hoy es Sierra Productiva.
El fracaso total del Estado, no solo puso en cuestión a
un modo de producción y una propuesta económica, sino también a una ideología,
e incluso a un estilo de vida.
La debacle llevó a Paredes a cuestionarse en sus fueros
más íntimos, y allí encontró un principio de respuesta: las enseñanzas de su
padre Santiago Paredes Tresierra, que estudió agronomía en Chile y administró
varios fundos, y las viejas revistas que este leía, entre ellas “La Chacra” de
Argentina y “Mi hacienda” de Chile, extraordinarias en difusión pedagógica de
alternativas ecológicas, en los años en que el mundo aún no había pasado a ser
dominado por la explosiva elevación de la productividad dependiente del uso de
maquinarias, monocultivo latifundista, así como de fertilizantes y pesticidas.
Redescubrieron el valor del “compost” y los cultivos
orgánicos, el riego por aspersión y goteo, los “fitotoldos”, así como el valor
de las pequeñas unidades productivas, y fundamentalmente, en medio de la mega
comunidad campesina, se revaloró a la familia campesina considerándola como una
unidad productiva poseedora de extraordinarias potencialidades para convertirse
en micro empresa individual o mejor aún, asociada.
Combinaron, además, las capacidades de “red social” de
las organizaciones comunales, sus federaciones y líderes, pero también con las
experiencias de trabajo de los organismos no gubernamentales: talleres, trabajo
de equipo, y así se formó a los “yachachiq”, campesinos líderes tecnológicos
que capacitan con el ejemplo: “enseñar-haciendo”.
El resultado: el trabajo iniciado el año 2000, y que
empezó con 20 “yachachiq” ahora se ha expandido a 14 regiones del Perú. Son
2,700 “yachachiq” que acompañan a 50 mil familias emprendedoras que dejaron
atrás sus economías de sobrevivencia y que se valen por sí mismas.
En las alturas andinas ahora es posible tener pasto verde
los 12 meses del año, gracias a las tecnologías de riego p or goteo y por
aspersión, lo que significa que esas familias tienen leche, yogurt, queso,
hortalizas, mermeladas, tortas y lana para auto sostenerse y además para
colocar sus excedentes al mercado.
Pero cuando parecía que todo iba bien, e incluso luego de
ser premiado como el segundo mejor proyecto innovador, emprendedor y replicable
del mundo, en el The World Challenge, convocado por la BBC de Londres y la
revista Newsweek con el auspicio de la empresa Shell, el programa Sierra
Productiva ha quedado, sorprendentemente, librado a su suerte.
¿Un problema económico?
Sí. Las familias campesinas no cuentan con el monto
básico para iniciar el programa de Sierra Productiva, que significa una
inversión óptima de 10,000 soles para implementar 18 tecnologías aplicadas para
riego, siembra de hortalizas, abonos orgánicos, crianza de animales, nuevos
cultivos, etc.; o, en su defecto, una inversión mínima de 2,000 soles para
implementar 10 tecnologías. Se trata de una inversión social productiva, que se
da por una única vez. Por tanto, es diferente a las ayudas asistencialistas, como
el “Vaso de Leche” o como el reparto sierra-produciva-2de alimentos que tienen
cuándo acabar.
A pesar de que la cooperación internacional solidaria
aportó los primeros fondos, y que en los dos últimos años estos han sido
incrementados por aportes de empresas privadas, y que también se sumaron
algunas municipalidades y Gobiernos Regionales, este es el talón de Aquiles de
Sierra Productiva, que se ve frustrada al no poder atender una demanda activa
de más de 100 mil familias que desean transformarse en emprendedoras.
El Ministerio de Economía con el SNIP impide que los
recursos públicos se inviertan para fomentar la implementación de tecnologías,
con el argumento de que al ser instaladas en predios fami liares éstos pasan a
ser bienes privados y el Estado sólo debe invertir en “lo público”.
Sierra Productiva hizo una propuesta muy inteligente al
gobierno de García: un mecanismo para que las familias beneficiadas por el
programa “Juntos” con 100 soles mensuales, pudieran recibir por adelantado el
dinero correspondiente a un año, pero ni siquiera en dinero, sino en
tecnologías e insumos, a fin de implementar 10 tecnologías que a cada familia
le aseguraría ingresos no monetarios (es decir, alimentos diarios que les
provee su chacra equivalente a 300 soles al mes), más ingresos monetarios
producto de la venta a terceros de los excedentes productivos, lo que implica
ingresos dos y tres veces mayores que la ayuda otorgada por “Juntos”.
Dice, al respecto, Carlos Paredes:
“La propuesta fue aprobada, tanto por los bancos que
administran los f ondos de “Juntos” como por el Gobierno, al punto que se firmó
un convenio en la Plaza de Armas de Yanaoca lanzando “Juntos -Productivo”.
Pero, lamentablemente intereses creados, que ven la pobreza y al campesino
necesitado como un interesante negocio, impidieron que prosperara el convenio y
que 50 millones de soles sigan destinándose a una suerte de barril sin fondo.
Esta cifra, con el actual gobierno de Humala, se convertirá en 100 millones por
mes, ya que se duplicará el número de beneficiarios del programa que reparte
dinero, que así corre el riesgo de seguir el mal camino de los que reparten
comida desde hace 30 años, mes a mes”.
Increíblemente, el gobierno de Ollanta Humala, hasta el
momento, tampoco ha prestado atención al potencial de Sierra Productiva y la
solución que ésta significaría para el problema más álgido del Perú:
desarrollar el agro andino como vía para erradicar la pobreza extrema. ¿Temores
políticos? ¿Se derrumba el mito del comunero? ¿Acaso la izquierda quiere seguir
viendo pobre al ciudadano rural, dentro la institución de la “Comunidad”, que
bien valdría la pena revisar o por lo menos poner aCarlos_Paredesl día, acorde
con los cambios de la historia?
Para solucionar el problema del ciudadano rural, se
requiere un cambio de actitud en el propio campesino; más aún: un cambio de
mentalidad en el agro andino. Y un cambio de mentalidad implica una
transformación cultural, que es precisamente lo que se propone Sierra
Productiva, el programa concebido y llevado a cabo por un equipo de yaqchachis,
dirigentes campesinos y profesionales liderados por Carlos Paredes Gonzales.
Pero no se crea que éste ha renunciado a sus valores sociales y políticos
primigenios, como algunos insinúan. Lo que ha hecho es una interesante
“reingeniería política” que podría dar como resultado algo así como una “nueva
izquierda”. Ya es hora de que se le escuche.
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